miércoles, 7 de septiembre de 2016

Reflexión del día: Empuje la vaquita

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.

Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas; también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar, constataron la pobreza del sitio, los habitantes -una pareja y tres hijos-, tenían una humilde casa de madera y estaban vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado. Entonces se aproximó el Maestro al padre de familia y le preguntó:


– En este lugar no existen posibilidades de trabajo, ni tampoco puntos de comercio. ¿Cómo
hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?
El señor, calmadamente, respondió:
– Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días.

Una parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la otra producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo, y así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.
En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:
– Busca la vaquita, llévatela al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco.

El joven, espantado, miró al Maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Más como percibió el silencio absoluto del Maestro, fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir...

Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante años y nunca pudo sacarse un terrible cargo de conciencia por el crimen cometido a instancias de su Maestro. Tanto impactó esto en su espíritu que abandonó al Maestro y prosiguió solo su camino.

Años después, el joven aprendiz debía pasar cerca de la casa y tomó la decisión de regresar al lugar, contarle todo a la familia, obtener su perdón y, de ser ello posible, repararles el daño causado.

Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos,
una huerta arreglada, una bella casa, niños saludables y adecuadamente vestidos y calzados. El joven se sintió más triste y desesperado aún, imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir.

Aceleró su paso y al llegar a la casa fue recibido por un hombre muy agradable y tranquilo. El joven preguntó por la familia que vivió allí hacía unos cuantos años, pero el hombre le respondió que ellos vivían allí de toda su vida.

Sorprendido, el joven revisó los rostros y descubrió que, efectivamente, se trataba de la misma familia y sólo atinó a preguntar:
– Yo pasé años atrás y éste era un lugar pobre... ¿Cómo logró esta prosperidad?
Y el hombre, entusiasmado contestó:
– Mire joven... Años atrás nosotros teníamos una vaquita, pero no sabemos cómo, se cayó a un precipicio y murió. Al principio creíamos que sería nuestra ruina. Sin embargo, obligados por las circunstancias debimos desarrollar otras habilidades y esfuerzos que ignorábamos que fuésemos capaces de lograr. Y así alcanzamos el éxito que usted observa ahora...

MORALEJA:
Todos tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra supervivencia, la cual es una convivencia con la rutina, nos hace dependientes, y el mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda.
¡Descubre cuál es tu vaquita y empújala por el precipicio!

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